El proceso de desaceleración por el que atraviesa el mundo ha obligado a los principales bancos centrales a asumir una política monetaria altamente expansiva; esto es, a recortar de manera agresiva las tasas de interés.
Recientemente, el Banco Central de Brasil redujo en 50 puntos base la tasa de interés de referencia a un día, para ubicarla en 8%, su mínimo histórico, con lo que busca disminuir el costo del financiamiento y estimular el crecimiento económico.
El argumento del banco central de China para llevar a cabo esta acción es que los riesgos a la baja para el crecimiento económico siguen planteando serios desafíos para el país, superando incluso a la inflación como la principal preocupación para los responsables de la política económica.
La tasa de interés en el gigante asiático había permanecido sin cambios desde julio del 2011, cuando la aumentó para hacer frente a las presiones inflacionarias.
Aunque la mayor parte de los países del mundo, desarrollados y emergentes, han tratado de estimular el crecimiento económico a través de recortes sucesivos en las tasas, hay que hacer notar que algunas economías han llegado al extremo de ubicarlas en niveles prácticamente de 0%, como es el caso de Japón y Estados Unidos.
A luz de la profunda crisis económica en los países europeos y el escaso dinamismo logrado en aquellos países en donde la tasa de interés nominal es extremadamente baja, surge una pregunta angustiosa: ¿Qué tan efectiva resulta ahora la política monetaria? Esta pregunta nos lleva forzosamente a revisar uno de los fenómenos más interesantes para la teoría económica, que es el tener tasas de 0% y no crecer, situación conocida como trampa de la liquidez.
Quizá el caso más emblemático de la trampa de la liquidez es el de Japón. A principios de la década de los 90, Japón entró en una recesión que resultó no ser tan profunda como prolongada y difícil de corregir. Con una caída sistemática en los niveles de crecimiento, la demanda se contrajo y la inflación empezó a caer hasta convertirse en una deflación.
Exceptuando los años de 1996 y 1997, la inflación anual en Japón cayó de manera constante hasta registrar variaciones negativas a finales de la década de los 90, iniciando el proceso de deflación.Con el propósito de contener el avance de la deflación, el Banco Central de Japón inició la reducción simultánea de la tasa de interés de referencia.A pesar de los esfuerzos del instituto central, la economía siguió deprimida con una tasa de interés que llegó al extremo de 0% en 1998. Así, Japón demostró que la trampa de la liquidez era un problema real y no un tópico de la teoría económica.
Ante la incapacidad de las autoridades japonesas de estimular la economía mediante la reducción de las tasas de interés, se optó por complementar las medidas monetarias con la aplicación de una política fiscal altamente expansiva.Una de las obras más representativas del mayor gasto gubernamental fue la construcción del puente más largo del mundo, que conectó la isla Awaji con la isla principal de Japón.
Ahora, la teoría económica nuevamente enfrenta un problema: la puesta en acción de una política monetaria y fiscal altamente expansivas con una economía en franca recesión.
Cuando escuchamos a los hacedores de política económica decir que se instrumentarán medidas no convencionales, en realidad lo que quieren decir es que no saben qué hacer; o dicho de otra manera, solucionar la grave problemática de la economía global será casi un proceso de prueba y error.
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